jueves, 5 de julio de 2018

NOS VEMOS A LA VUELTA.











Bueno, este año cierro el chiringo un poco antes de lo que había pensado, pero ciertas circunstancias como unas fastidiosas y eternas obras en la fachada que favorecen la aparición de esa compañera insoportable que es la migraña (soy un poco pesada con esto, lo sé), me obligan a hacerlo.
El ruido y el calor (ese calor que tanto esperaba y que ya deseo que se vaya. Ay…, la vida está llena de incoherencias continuas, al menos la mía), son enemigos de la concentración y esto es demoledor ya que las ideas no suelen surgir por ciencia infusa.
Espero, aún así, que todo esto me deje leer y ver películas y series en mi tiempo libre. Y, como se suele decir, cargar la batería para el próximo curso.

Un beso muy grande a todos, amigos, y ¡nos vemos a la vuelta!



miércoles, 27 de junio de 2018

MICRORRELATOS: ANTES DE LA BATALLA-RELATIVIDAD-DESHUMANIZACIÓN



ANTES DE LA BATALLA





Ahora que ha llegado el momento. Ahora que el jefe supremo del ejército cartaginés ha conseguido reunir cuarenta mil hombres, entre los que me incluyo, y casi cuarenta elefantes. Ahora que podrá realizar su gran expedición a través de los Pirineos y los Alpes, y saciar su odio aprendido y acumulado contra los romanos. Ahora, mi querida compañera, es cuando las fuerzas me fallan. Es cuando luchar se ha convertido en zozobra. Soy un hombre atormentado.

Es incomprensible cualquier guerra, cuando mi único amor no está en la tierra por la que lucharé, no está en conquistar el mundo, sino en una vivienda humilde, pero acogedora. En la piel suave de una mujer, no en la rudeza de las contiendas.

Cuando el frío y el desfallecimiento se apoderen de mí, miraré hacia atrás y creeré vislumbrar una ciudad. Sentiré estar en tu lecho, mientras unos brazos me acunen y unos labios me susurren: "Has vuelto a Qart Hadasht*". Y entonces, convertido en una nueva apariencia, soñaré pisar el suelo junto a ti, cartagenera, mientras el viento traiga el murmullo de una antigua batalla y el grito de un general que no sabrá mantener su victoria.



*Quart hadasht: Antigua Cartagena en época de Anibal, el jefe de Cartago que partió hacia Italia con sus elefantes en la famosa expedición en 218 a.C. Anibal cayó, y con él Quart hadasht, a manos de Roma.

  

RELATIVIDAD

(CARTA DE TU ASESINA)



No me gusta el presente. Así que he decidido vivirlo en el futuro. Voy a hacer un viaje interespacial. Sí, esos que están tan de moda ahora. El tiempo es relativo y me han asegurado que un día ahí arriba equivale a un año aquí abajo. Me iré dos meses. Cuando vuelva me habré ahorrado sesenta años. Muchos habrán muerto, y sé que sufriré, pero me queda el consuelo de que entre ellos estarás tú. Es una forma de "asesinato" bastante peculiar, lo reconozco, pero no me queda otra. O tú o yo. 
Cuando vuelva a la tierra observaré el cielo nocturno, escogeré un grupo de estrellas y les pondré nombre. El tuyo no estará entre ellos. Ellas me guiarán. Cuando haya disfrutado el tiempo justo sin ti, cuando mi pelo esté lo suficientemente alborotado, y mi cuerpo convenientemente relajado, entonces sí, es cuando pensaré en bajar al infierno, ese que no es tan diferente del que diseñaste para mí y allí, ya sin miedo, podré observar tu cara de zopenco y sonreír tranquila. 


DESHUMANIZACIÓN





Empezamos con la presentación. Uno a uno nos levantábamos, hacíamos un breve resumen de nuestra vida, y nos volvíamos a sentar. Enseguida noté algo en ese chico. Pequeño, narigudo y asimétrico. Brazos extremadamente largos, piernas excesivamente cortas. "Mi nombre terrícola es Manuel. Vengo de una galaxia que está a cien años luz de esta. Mi misión es equilibrar el sistema. Un desorden en un planeta podría poner en riesgo el universo entero". Yo nunca me había encontrado con una fase tan avanzada de locura, y  parece que el psicólogo tampoco, ya que se movía agitado en su silla mientras él seguía con su perorata. Cuando terminó aplaudimos sin saber por qué. El psicólogo, falto de recursos, fue en busca de algo o de alguien. Manuel se puso a andar sin incitarnos a nada. Le seguimos. Una vez fuera nos habló: "Bien, hay que revertir el proceso de humanización. Empíricamente ha sido un fracaso. Los primeros serán ustedes, los inadaptados, los menos intoxicados, nuestros valientes."


jueves, 21 de junio de 2018

CINE: TAXI DRIVER O EL SOLITARIO DE DIOS




TAXI DRIVER (1976)

Martin Scorsese (Nueva York, 1942)




Esta es la historia de un hombre enfermo de soledad; o lo que es lo mismo, de cómo se puede vivir patológicamente solo. Encerrado en ese ataúd de chapa y pintura amarilla que es el taxi, un insomne Travis deambula, vagabundea por las noches sórdidas y deprimentes de la Nueva York de los años setenta. Observa a través de las lunas del coche a los variopintos personajes que habitan la selva nocturna. “Algún día vendrá lluvia de verdad y hará desaparecer toda esta escoria de las calles”.

Frustrado por no poder hacer nada, intenta integrarse en la sociedad cuando conoce a Betsy, una preciosa mujer que colabora en una campaña política y que parece no pertenecer a este submundo oscuro y degradado, siempre según su punto de vista. Pero él ya está descartado, es un perdedor, un outsider que carece de habilidades sociales. Su incapacidad y torpeza para relacionarse con los demás, hará que Betsy huya despavorida de él.  Este hecho junto con el encuentro con un singular personaje que fantasea con la idea de matar a su mujer porque le es infiel, supondrán un punto de inflexión en la vida de Travis. Su cerebro cortocircuita, se hace con un arsenal de pistolas, prepara su cuerpo y planea asesinar al candidato a la presidencia, “he aquí un hombre que no estaba dispuesto a seguir aguantando”. Cuando fracasa en su intento, su única esperanza será la de rescatar del pozo a Iris, una prostituta menor de edad y para ello, emprende una odisea que acabará en un baño de sangre. Irónicamente, el antihéroe se convertirá en un héroe, un triunfo que no buscaba.



La idea de llevar el guión de Paul Schrader a la gran pantalla fue algo que le salió “del corazón” a Martin Socorsese; al leerlo, le impactó. Ese guión había salido de las entrañas de Schrader. Hasta entonces, Scorsese había sido un director poco destacable (aunque había rodado ya Malas calles). Con un presupuesto muy ajustado, y la idea fijada de que la película debía rodarse en Nueva York, se llevó a cabo el proyecto. Se pensó en otros actores como Dustin Hoffman, pero finalmente fue Robert de Niro, que ya había rodado El padrino, el que se encargaría de dar vida a Travis Bickle. En principio, no creían mucho en el éxito comercial de la cinta.



La visión de Schrader es la del propio Travis, todo lo que vemos en la película lo vemos a través de su mirada, hacemos ese viaje con él. De esta manera, te guste más o te guste menos el personaje, hace que te intereses por él y sobre todo te preguntes: ¿qué pasa por su cabeza?

Taxi Driver, supuso una nueva forma de hacer cine, un cine más visual que tanto caracterizaría el universo Scorsese. Y aunque tiene elementos del cine negro (esa oscuridad, ese mundo sórdido, esa voz en off), la película es un drama personal. La forma de enfocar las escenas y mover la cámara, nos remite a directores como Hitchcock o, como según el propio Scorsese afirma, a directores europeos, específicamente a Godard. 



Schrader compuso un personaje con una precisión psicológica increíble. Travis es un solitario, un excluido, un loser. Alucinación, paranoia y realidad se confunden en su cabeza (le vemos tomar pastillas una y otra vez). Vive en un aislamiento absoluto. Tiene un insomnio incurable que le hace trabajar de noche como taxista; y hacerlo en ciertos lugares, es vivir al límite. Travis no se adapta al mundo, y si lo hace, su adaptación es nefasta. Su amarga soledad hace que no quiera lo que tiene y que quiera lo que no tiene. Hay algo psicótico u obsesivo en esa búsqueda que realiza, una violencia reprimida y patológica que crece y explota de una manera funesta al final.

Robert de Niro supo interpretar todo esto perfectamente. En una composición admirable e inolvidable, esta bestia parda de la interpretación se mimetiza con el personaje de tal manera, que es imposible ver a Travis en otro actor. Una mirada, una media sonrisa, un mínimo gesto le sirven para que su mundo nos impacte y nos golpee. Como si nada, a base de freses cortas y a medio terminar, repeticiones y exclamaciones, Robert de Niro se convierte en Travis. Y aunque el personal tenga en la mente esa mítica escena de un Travis tocado frente al espejo desafiándose a sí mismo: “Are you talking to me?”, el personaje es mucho más. De Niro hará que su personaje nos emocione, nos asuste y también nos confunda. Vive en un precario equilibrio e intuimos que está a punto de caer.  Es una lastima que en los últimos tiempos no estemos viendo a este actor en su esplendor, tanto por sus interpretaciones como por las películas que elige. 



También hay que destacar a la niña Jodie Foster en el papel de prostituta, que sorprende con su desenvoltura y que ya presagiaba algo más que interesante. Cybill Shepherd encaja a la perfección en ese papel de bella mujer a la luz de la luna. Y el propio Martin Socorsese hace un cameo en un papel peculiar y extraño encarnando a un marido despechado y lenguaraz.

Mientras nuestro protagonista vive las horas nocturnas y deprimentes de Nueva York, acosada por el crimen, repleta de criaturas de la noche y cines porno, suena un precioso jazz melancólico compuesto por Bernard Herrmann. Esa música nostálgica, permutará de manera brusca en un caos de trombones y tambores, coincidiendo con los momentos álgidos de violencia y soledad que vive Travis.

Hay muchas cosas que decir de esta impresionante película, pero para eso necesitaríamos un blog casi en exclusiva para ella.  Pero no quiero dejar de mencionar que seguramente supuso el despegue de uno de los mejores directores que ha parido este arte (y no solo por sus películas sobre mafias y gangsters, su filmografía tiene obras increíbles) y también el nacimiento de un tandem (el de Socorsese-De Niro) que ha dado muestras del cine más brillante.



P.D.: sé que no siempre es posible, pero si alguien decide ver esta película, le recomiendo que lo haga en versión original (como todas, por otra parte).



Trailer de la película:


jueves, 14 de junio de 2018

RELATO: LA ESCENA.






La mujer cogió el dinero. Eran doscientos euros por una semana de trabajo con posibilidad de prorroga; no es que fuera mucho, pero lo que tenía que hacer no requería grandes esfuerzos: una mínima caracterización, unos minutos y un personaje sin palabras. Antonio vio en sus ojos que aquello le parecía una idea estrafalaria, pero también que ella estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa. Y él, había llegado a un punto en su vida, que todo lo que pensaran cerebros ajenos le daba completamente igual.

Ella guardo los billetes en su bolso sin contarlos. “No son buenos tiempos para los actores y actrices de teatro” dijo luego sin venir a cuento. Repasaron de nuevo la escena, que de tan sencilla resultaba grotesca. “Bien, bien” dijo Antonio al final, “y por favor…, la coleta, no se olvide de la coleta”. Aquello se lo había repetido tres veces; repetirle lo que venía a continuación le resultaba más violento “Y…él, tampoco se olvide de él” comentó señalando una cuna vacía. Ella le miró inquieta. “Oh, disculpe” añadió Antonio y acto seguido cogió un rebujo de mantas que había en la cama y lo depositó en la cuna. De aquella madeja sobresalía tímidamente una cabecita calva de plástico duro y tono rosado.

Antonio cogió al perro y dejó a la mujer sola en casa. Estuvo dando vueltas por el vecindario, quería darle tiempo a prepararse. Intentó no pensar demasiado e intentar dejarse llevar por las sensaciones, últimamente le había dado buen resultado. Las ensoñaciones habían desplazado a la realidad y habían encontrado un hueco que rellenar, haciendo la vida un poco más asimilable. De ahí que aquella idea hubiera brotado como una rama de árbol a la que asirse. Miró el reloj, había pasado media hora, le pareció suficiente.

Se sentó en el banco que daba a la fachada de su casa, como tantas veces había hecho, y esperó. Su piso era el tercero y allí situó la mirada. A los cinco minutos empezó a impacientarse, pero de pronto se encendió la luz del salón. Un recuerdo en forma de aguja se le clavó en el corazón. La sombra de la silueta de una mujer con coleta se proyectó en la cortina. Antonio contuvo la respiración, tenía algo entre sus brazos…, era el bebé. Ella empezó a acunarle suavemente; después, con más viveza, le alzó hacia arriba mientras le hacía arrumacos y gestos con la boca. Volvió a bajarle y le dio un beso en la frente. Y otra vez el vaivén en su regazo. Así pasaron unos minutos.

Después la sombra desapareció de su panorámica y Antonio cerró los ojos. Justo cuando el reloj del parque marcaba las diez en punto, la luz se apagó.


domingo, 10 de junio de 2018

LIBROS: LA MUJER EN LA VENTANA-MAR BLANCO-YA NO EXISTEN JUNGLAS ADONDE REGRESAR







LA MUJER EN LA VENTANA (2018)

A.J. Finn (Nueva York)


Al leer esta novela he tenido la sensación una vez más (una entre muchas) de déjà vu. Cuando una historia ha tenido éxito y se ha convertido en un best seller (término que no es malo en sí mismo), se suceden una serie de novelas que quieren contener la misma esencia, repiten los mismos perfiles protagonistas, el mismo ritmo narrativo. Desde que leí a la genial y retorcida Gillian Flynn en Heridas abiertas y sobre todo en la maravillosa Perdida, he tenido la ocasión de tener entre mis manos dos o tres novelas que siguen en mayor o menor medida este patrón de manera vaga pero identificable. Me pasó con la entretenida sin más La chica del tren y me acaba de pasar con La mujer en la ventana. En concreto, en estas dos últimas novelas, quitamos un poco de allí y ponemos un poco de acá, y tenemos a una mujer protagonista cuyo pasado fue más o menos agradable con algún que otro problema, y su presente es caótico y se haya a la deriva. Todas sus circunstancias las ahoga en alcohol (mucho alcohol), y llega un momento en que es testigo de un hecho espeluznante pero inverosímil para los que la rodean.

En principio no sabemos muy bien que ha pasado con Anna Fox, pero el caso es que actualmente vive sola en un apartamento de Nueva York con una incapacitante agorafobia. Una situación provocada por un pasado reciente que cuando asoma la patita resulta previsible de tan mascado. Se dedica a espiar a sus vecinos, y esto un día le lleva a observar un suceso escalofriante (la referencia a La ventana indiscreta de Hitchcock es tan evidente, que hasta el escritor se lo hace reconocer a la protagonista). Es cuando se desata la tormenta y el escritor nos lleva por un juego de realidad y alucinación que al final se desentrañará.

El ritmo es ágil y trepidante, es lo que se suele decir en estos casos. Se lee en un pis pas a pesar de ser un tochaco, pero realmente te llegas a plantear en muchos casos si realmente está pasando algo o estás perdiendo el tiempo. Eso lo decidirá el lector cuando acabe la novela. Lo que más me ha gustado es que la protagonista es una adicta al cine clásico de suspense y novela negra. En este sentido, las constantes referencias al tema hacen la novela más agradable en algunos momentos. Un thriller psicológico (je, je) de manual, con una campaña de publicidad increíble (los calificativos a la excelencia de la novela tanto en la portada como en la contraportada, solapa y contrasolapa son incontables) que tiene cosas buenas, cojea en otras, y poco más, la verdad.



MAR BLANCO (2018)

Claudio Giunta (Turín, 1971)



Tres jóvenes florentinos desaparecen en las islas Solovskí, una zona climatológicamente hostil al norte de Rusia, cerca del Mar Blanco. Habían acudido allí a colaborar en la restauración de un monasterio, proyecto financiado por la UNESCO. El lugar también fue en su día, el escenario para el establecimiento de los escalofriantes gulags del antiguo régimen soviético.

Dadas las condiciones del lugar y a falta de información, tanto la policía italiana como la rusa están a punto de cerrar el caso y considerarlo muerte accidental. Pero el periodista freelance Alexander Capace, viendo algún hilo por donde tirar, decide hacer una investigación por su cuenta desplazándose al inhóspito enclave.

Se ha hablado mucho de que esta novela tiene reminiscencias de El nombre de la rosa y he de decir que nada que ver, salvo que la narración tiene un monasterio como coprotagonista. Creo que la brillantez y la complejidad de un clásico como es El nombre de la rosa, es difícil no ya de superar, sino de igualar.

Esta novela es una historia bastante original e interesante que se debate entre el misterio de la desaparición de los jóvenes y la crisis existencial que está viviendo el protagonista. Él es un treintañero, que no acaba de despuntar en su trabajo, que está a punto de divorciarse, y que no sabe cómo redirigir su vida. Es de esos libros donde el suspense tiene un protagonismo a veces secundario, sobre todo cuando se para a dibujar la sociedad (en muchos casos de la clase alta florentina) o realizar retratos psicológicos, como el que hace de la madre de Enrico, uno de los desaparecidos, que me ha parecido de lo mejorcito de la novela. También la evolución del protagonista principal, muy alejado al principio de los chicos desaparecidos, y que comienza a sentir un acercamiento e identificación hacia ellos, sobre todo a raíz de la lectura del diario  de Enrico. Descubrirá una personalidad no tan alejada de él mismo y que le hará obsesionarse aún más con la historia.

Un relato donde pasado y presente se entremezclan, en una ambientación poco habitual en la novela negra y que hace aún más inquietante el desarrollo y desenlace del enigma. Pero sobre todo es una búsqueda del propio ser a través de acontecimientos que se van sucediendo y que son a veces como puzzles que van forjando la identidad del protagonista.



YA NO QUEDAN JUNGLAS ADONDE REGRESAR (2017)

Carlos Augusto Casas (Madrid, 1971)


Esta es una de las novelas que más me ha sorprendido de las últimas que he leído. No estoy muy familiarizada con ciertas etiquetas que se le dan al género, pero en el prólogo se la califica como una hard boiled. Desde luego, después de leer la novela, encaja perfectamente en este estilo: sexo y violencia a cascoporro  como hilo conductor. Y todo sin remilgos, ni delicadeza, ni filtros. A bocajarro. Con lenguaje obsceno y provocador. En este sentido, me recuerda mucho a un libro que leí hace poco, que me encantó y que recomiendo (dentro de este contexto, eso sí) que es Sesenta kilos de Ramón Palomar.

Tengo que reconocer que me sorprendo a mí misma muchas veces en mis gustos y más teniendo en cuenta que el otro día hice un test en Internet (¿por qué, Dios mio?), y me salió que era una PAS (persona altamente sensible), y por lo tanto no proclive a estas lecturas y tal… Bueno será que la incoherencia y la contradicción son otros de los rasgos de mi personalidad.

Volviendo al lío, la narración es una historia de venganza, casi épica. La de un anciano Teo, el gentleman, que decide ajustar cuentas con los asesinos de Olga, una prostituta con la que le gustaba charlar y pasar la tarde. Con poco que perder y este objetivo anclado en su cabeza, iniciará un recorrido de destrucción y muerte al más puro estilo Tarantino. La novela tiene unos secundarios sorprendentes, como es ese sicario que tras su trabajo vuelve al hogar con su familia feliz de clase media, o esa inspectora nada estereotipada que deja mensajes de voz en el móvil de un marido que no acaba de regresar a casa.

Violencia, soledad, humor y excesos cohabitan en esta novela corta que se lee en un suspiro y tiene vocación de minoritaria, lo cual me lleva a la conclusión de siempre con la que todo el mundo no estará de acuerdo: me encuentro más a gusto en ese mundo peculiar y con personalidad que no busca gustar a todo el colectivo o masa en general. Y también me lleva a una reflexión al margen de estas novelas y que cada vez tengo más clara, y es que el entretenimiento también es calidad (lo que mi cabeza asume como calidad). Últimamente no concibo el uno sin la otra y la otra sin el uno.


domingo, 3 de junio de 2018

RELATO: SIETE MUNDOS Y UN FINAL.






Perro semihundido de Goya
(Pinturas negras)

Decidí mudarme a otro mundo de nuevo, craso error. Aquí las cosas tampoco van bien, está claro, y mi cuerpo lo sufre cada día más; mi biorritmo parece haber cambiado. Cada vez me acuesto más temprano y me despierto más cansada. Cada vez me topo con más personas y con menos caras amigables. O se han muerto, o se han ido a otro mundo; esto último es una equivocación como he podido constatar, volverán. Casi espero que se hayan muerto.

Solo salgo una hora al día de casa para comprar alimentos y gestionar lo indispensable. Llevo dos meses comiendo todos los días un plato de gambas al ajillo y un bollo de mantequilla. El perro—dieciséis años— siempre está tumbado y ya no quiere salir a hacer sus necesidades, se mea encima y solo se levanta para cagar en el balcón y comer algo del pienso revenido. A veces nos quedamos mirándonos como si fuéramos uno el reflejo del otro. Nos podemos tirar así horas e incluso días, hasta que el estómago comienza a rugir y entonces caliento las gambas precocinadas en el microondas.   

Han pasado semanas y todo sigue igual. Aunque hoy he tenido un pequeño contratiempo. En el supermercado no tenían gambas y me he puesto a llorar allí del disgusto; creo que ha sido por el cansancio. Los clientes me miraban incrédulos y la dependienta, intentando salvar la situación, me ha querido colar unos langostinos cocidos, pero no es lo mismo y se lo he intentado explicar, en vano. Estaba avergonzada por mí y miraba nerviosa de un lado al otro intentado encontrar al encargado. Pero saben que siempre compro lo mismo, podían tener la decencia de tener al menor stock en el almacén, tampoco pido mucho, creo. Al final el encargado, no sé como lo ha hecho, ha salido del supermercado y en diez minutos me ha traído el paquete de gambas. He suspirado tranquila. Podría sustituir el bollo por un croissant, pero las gambas, Dios las gambas, no.

Otra de las cosas que he dejado de hacer es leer, ya no me entretenía, siempre la misma basura previsible. Como se me averió la conexión a Internet y paso de llamar al técnico, ya no puedo mirar a mi gusto, así que me fío del bibliotecario; me fiaba, ya no le soporto. Me mira raro, con condescendencia, será porque debo de ser la única visitante. Su inútil cerebro me ha calificado como “una vieja solterona amargada a la que le van las noveluchas pseudoeróticas sin muchas ínfulas”. Adiós, muy buenas, pequeño millennial o lo que sea, a mí todo aquel que tiene menos de cincuenta me parece joven.

Y cada vez me acuesto más temprano y me despierto más cansada.

El otro día puse la tele. En el telediario una presentadora de aspecto encantador daba la siguiente noticia: un chico de doce años había leído en algún sitio que Lo importante está en el interior. Aquella noche había desarmado su Iphone de última generación. Las imágenes  mostraban a los padres entrevistados por una reportera, sonrientes y orgullosos de la ocurrencia de su retoño. Supongo que debe de ser muy satisfactorio tener un zoquete como hijo. Apagué la televisión.

Lo cierto es que he cambiado de mundo varias veces en los últimos meses. He tomado—hemos, mi perro y yo— siete pastillas de diferentes colores que nos han llevado a diferentes escenarios. Pero es una estafa, todos son el mismo: al principio un atisbo de felicidad, un átomo de esperanza, y luego, otra vez igual. Están ideados y diseñados por esos ingenieros contemporáneos del bibliotecario. No hay posibilidad de cambio para las personas como yo. Al final siempre me encuentro en la misma casa, en las mismas calles y a los mismos imbéciles. Todo es una ilusión ilusoria.

Recuerdo que todo fue a peor cuando quitaron la noche de los martes y los jueves. Dijeron que así se rendiría más y la gente tendría más tiempo libre. Al principio no me lo creía. ¿Era en serio? ¿De verdad iba en serio? ¿Quién controlaba los atardeceres?

Yo, que no rindo y tengo todo el tiempo del mundo…

Se podía ver a los chicos correr a las cinco de la mañana y los supermercados abiertos las veinticuatro horas al día. El barullo era constante, era insoportable. Pero realmente, cuando comenzó a agravarse mi insomnio fue cuando aquello se descontroló y las noches desaparecieron de forma aleatoria, sin seguir un orden establecido. Dijeron que era un fallo del sistema, el típico “fallo informático”. Al final todo fue un día constante. En estas condiciones, la gente mayor sufrimos mucho; la edad pesa, y eso se nota. El cuerpo se entumece y los nervios se disparan. Cada vez estoy de peor humor. A los animales les pasa lo mismo, lo he podido constatar. ¿Habrá ansiolíticos para perros?

Y me queda una última pastilla. Esa que te promete un viaje alucinante. La que no tiene marcha atrás, porque todo lo que ha podido vivirse ya se ha vivido y no hay octavas oportunidades. Pero aseguran que han dejado lo mejor para el final. Un contexto en el que soy la protagonista principal en la más absoluta soledad. Sin nadie a mi alrededor y con el control total de la sucesión de de las diferentes fases. Podría ser interesante. Y si no me gusta iré al Ponte Vecchio

El perro me mira con una ternura que fundiría al hombre de acero. No te preocupes, amigo, vendrás conmigo. Tú también tendrás tu final. Mi perro, yo, y nadie más. ¿Qué más puedo pedir a estas alturas?


domingo, 27 de mayo de 2018

CINE: APOCALYPSE NOW


APOCALYPSE NOW (1979)

Francis Ford Coppola (Detroit, 1939)


 

En 1979, y tras tres tumultuosos años desde el comienzo del rodaje, se estrenó en Cannes la que sería la película icónica de la guerra de Vietnam y obra maestra indiscutible de Francis Ford Coppola junto a la trilogía de El Padrino (bueno aquí si hay discusión, mucha gente la tercera entrega no la ve al mismo nivel que las dos primeras, yo tampoco).

Un complejo y tortuoso rodaje que le dio fama mundial al director pero que estuvo plagado de contratiempos y que casi le arruinó. “Mi película no trata sobre Vietnam. Es Vietnam”, diría el director en la rueda de prensa de la presentación de la película. 


Apocalypse Now está basada, de manera muy independiente y adaptada a este escenario bélico en concreto, en la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas en la que el escritor describe el tiempo que pasó en el Congo colonizado por Bélgica. También se cuenta que otra de las inspiraciones del director es La odisea de Homero, toma ya. Años antes, Orson Welles había intentado la adaptación de El corazón de las tinieblas sin éxito por falta de presupuesto.

En 2001 Coppola presentó (de nuevo en Cannes), la nueva versión Apocalypse Now: Redux, con material inédito y cincuenta y tres minutos mas de metraje que sería la versión definitiva de la cinta y que, según él, aportaba un nuevo enfoque: “…, es más sexy, mas divertida, más extraña, más romántica, y más intrigante desde el punto de vista político”.

“This is the end, my only friend, the end” (“Este es el fin, mi único amigo, el fin”). Suena esta canción de The Doors, mientras observamos a un devastado, descontrolado y obsesivo Willard (Martin Sheen) peleándose con sus fantasmas en una habitación de hotel de Saigón. Está viviendo en un estado de aislamiento, en una insoportable soledad, los estragos de la guerra, que le hacen llorar, beber y alucinar.



El capitán Willard es arrancado de este estado de semiinconsciencia para encomendarle una terrible misión secreta de inteligencia: tiene que encontrar y matar al coronel Kurtz en Camboya, un militar con un expediente brillante que parece haberse vuelto un loco, y que se ha convertido en un asesino despiadado al mando de un ejercito irregular (es decir mata “sin cumplir órdenes”, aquí ya observamos la doble moral en la guerra).

Willard deberá navegar río arriba en una odisea interminable, en busca de este hombre y acompañado de una tripulación que “son unos críos roqueros con un pie en la tumba”. Mientras en su travesía lee el expediente del hombre al que tiene que liquidar (y que comienza a admirar), nos encontraremos con escenarios que tan solo la guerra y sus horrorosos vericuetos puede albergar: un ejemplo es el destacamento del Teniente Coronel Kilgore, un tarado, surrealista y caprichoso personaje que es capaz de ordenar el bombardeo de un pueblo al son de La cabalgata de las Valkirias de Wagner por el simple hecho de querer hacer surf en su playa. “Me encanta el olor del napalm por la mañana”, dice este indescriptible personaje interpretado por un, impresionante sería poco, Robert Duvall. En esta parte de la película es donde más se pone de manifiesto lo absurdo de la guerra. 



A medida que remontan el río, la inestabilidad emocional de los personajes se hace cada vez más patente, tan solo la coraza de Willard parece indestructible. La película se hace cada vez más sombría. La locura cobra protagonismo.

Llegarán al campamento donde se encuentra el coronel Kurtz, rodeado de cadáveres y fieles acólitos, y su aura de misterio no hace más que aumentar la sensación de zozobra. Kurtz finalmente se mostrará como un hombre atormentado que desea la muerte.

Martin Sheen protagonizó de manera impecable un personaje complejo que en principio no estaba destinado para él: Al Pacino, Robert Redford o Jack Nicholson se negaron a protagonizar la cinta viendo las condiciones de rodaje. El desconocido Sheen se haría cargo de interpretarlo en un momento complicado de su vida, tanto es así, que sufrió un ataque al corazón durante el rodaje y casi muere. Por su parte, Marlon Brando, que interpretó al coronel Kurtz, fue incapaz de aprenderse sus diálogos y en su mayoría están improvisados por él mismo. Se cuenta que hizo casi insoportable a Coppola el tiempo que duró su intervención en la película. (Recordemos que solo sale al final, durante 20-30 minutos aproximadamente). Como anécdota: aparecen unos jovencísimos Harrison Ford y Laurence Fishburne (este último casi irreconocible). 



La película se rodó en su mayoría en la ciudad filipina de Pagsanjan. También en este sentido la película tuvo sus contratiempos, ya que al poco de iniciarse el rodaje comenzó la temporada de lluvias y un tifón acabó con gran parte de los decorados.

Apocalypse Now es un gran filme que nos habla de los efectos desastrosos de la guerra  sobre todo a nivel psicológico, algo que muchas películas ambientadas en Vietnam también intentaron retratar después, con mayor o menor acierto.

Temas como la locura, el deterioro y degeneración del ser humano en estas circunstancias, donde los vínculos emocionales entre las personas parecen no tener cabida, afloran como maldiciones en la historia. Como consecuencia de ello, la soledad en que acaban sumidos sus protagonistas y que se hace evidente en el capitán Willard, que no quiere volver a su país porque allí nadie le espera.

La película es un viaje hipnótico y de pesadilla, de disparate y de demencia. Contradictorio y sin remilgos. Ahonda en las profundidades del alma y más allá, donde pocos suelen llegar. Esa parte oscura y tenebrosa de la que luego es muy difícil salir.

Y al final solo queda el horror, el horror…

TRAILER de la película:


lunes, 14 de mayo de 2018

OTRA VUELTA DE TUERCA Y SU ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA.






OTRA VUELTA DE TUERCA (1898)

Henry James (1843, Nueva York-1916, Londres)

Esta es una de esas novelas que he reevisitado varias veces porque siempre encuentro algo nuevo, dibujo nuevas interpretaciones en mi mente, y sobre todo porque sigue fascinándome a pesar de que se han cumplido ya ciento veinte años desde su publicación.

Y es que esta novela de fantasmas, una de las más influyentes en la historia de la literatura en este género e incluso en el cine, pudiera no ser de fantasmas. La gente que la haya leído seguro que me entenderá. Las primera vez que la leí (hace doscientos años por lo menos) sentí terror, las posteriores veces desasosiego o curiosidad, pero, desde luego, siempre inquietud.


Una institutriz, humilde pero con una educación exquisita, se traslada a una casa de campo a cuidar de dos niños aparentemente adorables y que están al cargo de un tío que no quiere saber nada de ellos (al menos eso parece, ya que la condición que exige es que “no quiere ser molestado”). Ella se siente fascinada (o enamorada) por este personaje. Con estas premisas se dirige a la mansión Bly a cuidar de los críos. Flora y Miles, son como ángeles caídos del cielo. Todo es perfecto hasta que comienza a tener visiones de antiguos empleados de la casa: Quint, el criado o ayudante del amo, y la señorita Jessel, la anterior institutriz, ambos fallecidos en extrañas circunstancias y que al parecer tenían una relación amorosa. Ella supone que la malignidad de estos fantasmas es total y que su objetivo es influir en la personalidad de los niños y arrastrarlos hacia un precipicio moral.

Nos encontramos ante una novela en que todo es sugestión, nada se contempla como cierto ya que se deja a la interpretación o intuición del lector.

Y es que hay que destacar que, salvo una pequeña introducción, el libro está escrito en primera persona, es un relato narrado por la propia institutriz que cuidó de los niños; un manuscrito que ha llegado a manos de un hombre que lo lee ante un grupo de conocidos: el relato dentro del relato. En este sentido, los lectores somos como ese conjunto de personas que escucha atentamente. Esta característica hace todavía más difícil la interpretación de los hechos, ya que solo conocemos la versión de la protagonista.

Ella ve fantasmas. Y son malos porque ella nos lo dice. Y nos cuenta que por esa causa tiene que “salvar” a los niños de su influencia, porque a pesar de las apariencias esos niños también ven a los muertos y tienen una relación perversa con ellos que viene del pasado. Por otro lado, la ama de llaves, la señora Grose, es una mujer sencilla que quiere creerla y parece estar muy sugestionada por la propia joven.

La dicotomía está en saber si los fantasmas realmente existen o si solo están en la cabeza de la institutriz. Esto provoca una gran inquietud mientras leemos la historia, y todavía más al final, cuando no salimos de dudas. ¿Hay algo que va mal en la cabeza de la joven mujer? ¿Existen en ella deseos reprimidos por una sociedad puritana que a la menor oportunidad enjuiciaba a las mujeres? ¿Sus visiones son una respuesta de su mente en un intento de querer separar nítidamente el bien del mal, lo puro de lo insano?

No encontraremos respuestas a estas preguntas. Es más, cierto agobio y perturbación llegan a estar muy presentes. Es de destacar las conversaciones de la narradora con el pequeño Miles, que no hacen más que introducir más elementos de confusión a la historia, o la supuesta falsedad o doblez de Flora lo que nos lleva a otras preguntas sin respuesta: ¿son los niños realmente malos, le siguen el juego a su cuidadora, o están “defendiéndose” de una mente enferma?

Esa figura del “niño maligno”, aunque ahora pueda parecernos algo estereotipado o explotado hasta la saciedad sobre todo por las películas del género del terror, en aquella época era algo infrecuente en la literatura y, Henry James, también fue un precursor en eso. 

Para rematar, el final escalofriante fulmina cualquier expectativa que tengamos concebida “a priori”. Cerraremos la historia como más nos convenga o según la hayamos percibido. No es una tarea fácil.



Esta novela ha sido adaptada infinidad de veces en el cine. De todas las que he visto, la película que más me ha impresionado es la injustamente desconocida The innocents de Jack Clayton (1961) o como se tituló en España en todo un alarde de originalidad, Suspense (tócate los…, mariloles, para qué andarnos por las ramas).

La película es una fiel adaptación de la novela corta de Henry James aunque, quizás, un poco más explícita en algunos casos; también contiene situaciones que en el libro no se dan (Truman Capote participó en el guión). Esto lo achaco a que el cine tiene que “mostrar” un lenguaje diferente al de la literatura, dado su carácter visual o sensorial (esa canción infantil que suena una y otra vez y que no augura nada bueno).



La ambientación es exquisita con esa mansión plantada en mitad del campo, perfecta para el juego que nos va a presentar el director. Devorah Kerr hace una interpretación excelente como puritana institutriz. Su cara pasa de la adoración a la perplejidad y al pasmo, del pánico a la perturbación o la locura. Y lo hace admirablemente bien. Los niños también sacan adelante bastante bien unos papeles, que no son nada fáciles dada su complejidad, sobre todo el chico que interpreta a Miles, Martin Stephens, en ese rol de niño-hombre por la forma en que se expresa.

Como muestra de estos aspectos, esta hipnótica escena en la que Miles recita un poema:


Un suspense psicológico en blanco y negro llevado admirablemente a lo largo de la película con esa sugestión y ambigüedad presentes constantemente, igual que en la novela.

Una cinta cuya influencia es evidente en mucho del cine de terror y de fantasmas posterior, como podrían ser las españolas Los otros o El orfanato.

martes, 8 de mayo de 2018

RELATO: DESASTRE.







Tengo un compañero en mi cama. Acabo de descubrirlo al abrir los ojos. Está de espaldas y cuando estoy intentando recordar se da la vuelta: Ya, el de ayer del bar. Suena el teléfono fijo, damos un bote los dos al unísono. Con los ojos muy abiertos, que qué hora es, me pregunta. Revuelvo la ropa, no encuentro el móvil, no lo sé, le digo, pero tengo que ir a trabajar. El teléfono deja de sonar. Yo también, dice, tampoco encuentra su móvil. Removemos las sábanas hasta que no son más que un rebujo en el centro de la cama. Bueno yo me visto de momento. Él hace lo propio. No hay tiempo para duchas.

Su móvil ha aparecido sin batería, pero eso le relaja. Del mío no hay ni rastro, ni tampoco de las llaves de casa, tendré que abandonarla así, casi desnuda. Pero cuando vamos a abrir la puerta, resulta que no podemos, está cerrada con llave por dentro. Pero, ¿qué es esto?, masculla, ¿por qué cerraste la puerta? y tal. Yo creo que no fui yo, si no recordaría la ubicación de las llaves. Y para qué la cerraría yo, argumenta él, no es mi casa, ni sé donde están tus llaves. Hay que llamar a un cerrajero, dice, ni lo sueñes, le comento, me va a costar un pastón. Ya lo pago yo, vale, pues que lo pague él. No tiene batería en el móvil, no puede mirar en internet el número de alguno, pues yo no tengo páginas amarillas, siempre las tiro, ya no sirven para nada. Sí, ya veo. Se me ocurre aporrear la puerta: ¿hay alguien ahí, por favor? ¡Amelia, socorro! Pero ¿qué haces? Para por lo que más quieras, que se van a pensar otra cosa, a ver si llaman a la policía, joder. Pues que vengan, ya les explicamos. ¡Qué no hay tiempo, que hay que salir de aquí! En eso tiene razón, ni cerrajero ni hostias. Bien, le digo, vamos a intentar encontrar las llaves con tranquilidad, sin entrar en histerismos.

Al final aparecen debajo de la cama, vete tú a saber cómo aterrizaron allí. Salimos y apretamos el paso. En el portal nos despedimos con dos besos; bueno hasta luego, sí hasta otra.

Llego al trabajo sin respiración. Y eso que el trayecto es en coche, pero es por los nervios, son las once de la mañana nada más y nada menos. Eli me mira con cara de no entender primero y con picardía después: Tú hueles a… No lo digas por favor, le advierto, no soporto esa frase. Sí, pues a ver si soportas esto, el jefe quiere hablar contigo, me suelta. Dos minutos después de respirar hondo y atusarme el pelo, doy dos toquecitos a la puerta de su despacho. Ah, buenas, dice ¿tenías médico? No, le respondo, un incidente doméstico, pero nada importante. Pues tienes mala cara. La realidad es que no me ha dado tiempo a maquillarme, pienso. Esta es mi cara real, quiero gritar, pero va a ser que no.

Está bien, te quería ver por lo del ascenso, lo que te comenté el otro día, ¿qué me dices? He tenido varias reuniones con los de arriba, y al final se ha decidido que se quiere apostar por una mujer, una mujer joven, ya sabes hoy en día... Ah…, eso. La verdad es que de momento no me interesa, tengo muchos líos fuera del trabajo, no puedo permitirme un trabajo con horas extra y más responsabilidades (es mentira, simplemente no me interesa). ¿Cómo?, ¿de momento? Pero tú no sabes lo que he peleado por ti, que eras la mejor opción, eficiente y con buena presencia. Otros querían a alguien mayor, yo he aludido a tu juventud, a la imagen que se puede ofrecer al exterior. Lo cierto, continúo yo, es que preferiría quedarme en mi puesto, me da tranquilidad, me gusta lo que hago (es mentira otra vez, quiero salir de allí pitando). Me parece increíble, sigue él, que tú como mujer… Ya no le escucho.

No sé cómo, pero al final he conseguido salir de su despacho; tampoco sé como saldré de esta, supongo que suena muy chungo lo de no ambicionar más en el trabajo. Pero ahora no tengo tiempo de pensar, tengo que ir a recoger a la niña, esta semana me toca a mí, y solo faltaría que la tendría esperándome sola a las puertas del colegio. Llego justa pero bien, todavía hay un grupito de niños y padres. Reconozco a mi hija de lejos y sonrío, está hablando con un chico de su edad. Pero de repente algo se tuerce y le pega un empujón. El crío se cae de espaldas y se queda sentado en el suelo. Empieza a hacer pucheritos. Voy corriendo hacía ellos. Pero, ¿qué pasa, cielo?, ¿qué te ha hecho este niño? A mí nada, mama; es a ti, te ha llamado promiscua. Uy, promiscua, ¿cómo ha añadido un niño de ocho años esa palabra a su vocabulario? Todavía está sentado, así que le cojo de la capucha de la sudadera y le zarandeo suavemente mientras le elevo hasta que encuentra su centro de gravedad. Al girar la cabeza, me encuentro con una mujer que me mira con severidad. Su hijo se ha caído, le digo, debería tenerlo más vigilado. Me aparta la mirada y sin decir una sola palabra, coge de la mano al crió y se lo lleva.

Yo hago lo propio con la mía que no deja de mirarme. Te va a dar tortícolis, le aviso. ¿Es promiscua un insulto?, me temía la cuestión. Dudo en la respuesta, ni siquiera lo sé. Dependerá del contexto, supongo, pero eso va a ser difícil de explicárselo a una niña.  ¿A ti que te ha parecido?, le pregunto. A mi me ha parecido que sí, me contesta, por eso le he empujado. Pues entonces has hecho bien, cariño. Dios, espero que no le cuente a su padre estas conversaciones.

¿Te apetece una pizza, cariño? Sí, pero a papá no le gusta que coma esas cosas. Joder con Don Perfecto. Solo hoy, hija, tampoco hace falta que le cuentes todo a papá ¿sabes?

Cuando voy a arrancar el coche me llega un mensaje al móvil. ¿Te miro lo que te ha llegado, mama? ¡¡Noo cariño! Yo, yo lo hago… Es de Pedro, ¿quién es Pedro? Será el de ayer, lo deduzco por el texto: ¿Quieres tomar una copa esta noche? Después podríamos seguir perdiendo cosas… Luego le contesto, aunque tendrá que ser mañana, hoy no puedo. Voy conduciendo y tengo una sonrisa boba en la cara. La niña me lo nota, es más lista de lo que creo. De repente suelta una carcajada: Mamá, acabas de pasarte la pizzería. Vaya día, en que estaré pensando. ¿Quieres que ponga una ensalada para la cena?, me dice ella a mi, sé cocinar, te lo juro. ¿No te importaría?, la miro con ternura, estoy muy muy cansada, cariño…



martes, 1 de mayo de 2018

LIBRO: CUANDO SALE LA RECLUSA.






CUANDO SALE LA RECLUSA (2017)

Fred Vargas (1957, Paris)

Por fin he podido disfrutar de la última novela de mi adorada (sí, adorada) Fred Vargas. Y es que esta escritora se ha convertido en una de mis imprescindibles de novela negra. Fred Vargas, seudónimo de Frédérique Andouin-Rouzeau, era una arqueóloga a la que un día le dio por escribir y todos sus seguidores le damos las gracias por ello. Es creadora de la famosísima serie del comisario Adamsberg que ya la completan doce novelas si mal no recuerdo. Destaco entre ellas tres: Huye rápido, vete lejos; La tercera virgen, una auténtica obra maestra (esto siempre en mi opinión, claro) y la penúltima de la serie Tiempos de hielo.


Leer una novela negra de Vargas es deleitarse con las conversaciones, con los diálogos, y no tanto con la sensación de querer leer páginas y páginas para saber quien es el asesino.

Adamsberg es un ser humano excepcional, adorable, intuitivo (ve más allá de las brumas, intenta convertir las burbujas gaseosas de su cerebro en pensamientos) y sensible, que no sensiblero. Está rodeado por una brigada que la componen casi en su totalidad hombres con la excepción de dos mujeres que son únicas. Es un gusto observar las relaciones entre el comisario y sus agentes, desprovisto de ese compadreo tan masculino y cansino, sin palmaditas en la espalda ni brotes de virilidad. Adamsberg tiene mucho tacto, no es agresivo en sus interrogatorios, y tiene apariencia de despistado. Dentro de los diálogos a veces insulsos, absurdos con un humor e ironía finos, hay mucha profundidad. El comisario tiene el arte de incluir en una conversación sobre la investigación, un apunte acerca de cómo están los mirlos que acaban de nacer en el patio y de los cuales hay que hacerse cargo porque han nacido en el sitio equivocado. Fred Vargas siempre introduce a los animales de una forma deliciosa (y a veces surrealista) en sus novelas, como es el caso de Bola, el gato de la brigada, al que miman como si fuera un bebé.

 “—Cinco; es una gran nidada —comentó Voisenet con cierta gravedad—. El patio está adoquinado. Y la base de los tres árboles está protegida con rejas. No han escogido demasiado bien su sitio los padres. ¿Cómo van a encontrar las lombrices?

—Froissy —dijo Adamsberg sacando un billete de su bolsillo—, hay frambuesas en la tienda de la esquina; vaya usted a buscar unas cuantas. Y añada cake también. Voisenet, búsqueles un cacharro para el agua. No ha llovido desde hace más de diez días. Betancourt, vigile al gato. Noël, Mercadet, quiten las rejas de los árboles. Justin, Lamarre, rieguen el suelo, que se reblandezca. ¿Alguien conoce una tienda de pesca en los alrededores?

—Yo —contestó Kernokian—. A diez minutos en coche.

—Entonces, dese prisa y vaya a comprar lombrices.

—¿Grandes?

—Pequeñas, de las finas.

—Pero, ¿y la reunión? Es a las nueve.

—Le esperaremos.

Mordent miraba la escena, estupefacto. Adamsberg distribuía sus órdenes como en plena investigación de un caso y los agentes obedecían inmediatamente…”

 En esta novela, Adamsberg tiene que regresar de Islandia (donde le dejamos en su anterior aventura en la que se tomó unas vacaciones) acuciado por su brigada para resolver un caso. Sin embargo esta historia secundaria le llevará, casi sin querer, a interesarse por la muerte de tres ancianos a consecuencia de la mordedura de la araña denominada “reclusa”, algo en principio imposible porque las mordeduras de esta araña no son fatales. La trama que parece tener varias ramificaciones y puede parecer compleja y enmarañada como una telaraña (valga la palabra), poco a poco va desenmascarando segundas realidades. Y es que la palabra “reclusa” tiene dos acepciones: la de la araña, y la de las mujeres que vivían recluidas voluntariamente en la Edad Media por vergüenza o por lo que ellas creían una deshonra. ¿Cuál de los dos significados tendrá más peso en la historia?

Venganzas y una encrucijada moral la que Fred Vargas nos propone y le propone al comisario Adamsberg. Las decisiones que tome este singular personaje, serán las que tomaríamos muchos de nosotros seguramente. Porque Jean-Baptiste Adamsberg es, ante todo, un buen hombre.