Accionó el interruptor. Una gran corriente de doscientos cincuenta
amperios recorrió el solenoide cuyo núcleo estaba compuesto de ese extraño
mineral que encontró en la cantera de caliza abandonada. Sus cálculos fueron un
éxito. El campo generado fue capaz de repeler las balas de los ejércitos
aliados. El pueblo con sus mil almas fue salvado. Sin embargo, el nombre de A. Kauffmann,
pacífico soñador antinazi, fue borrado de los anales de la historia científica.
Tal artilugio antibélico era una amenaza para los obreros y profesionales de la
guerra, temerosos de perder su oficio.
Pero borrado no es la palabra correcta, ya que ni siquiera fue
mencionado, y por lo tanto ni recordado, ni homenajeado. Kauffmann que era un
hombre de mente brillante y privilegiada, era un ser sin recursos que hacía sus
investigaciones gracias al dinero del que tuviera a bien subvencionarle.
Aceptaría dinero de cualquier bando, ese era el precio que tenía que pagar para
poder llevar a cabo sus proyectos.
Inició su historia científica gracias al empeño de un General de las SS que
se lo encontró un día en el bar del pueblo medio borracho discurriendo sobre
ciertas ideas ininteligibles para los parroquianos, que le miraban aturdidos. Este
General, cuyo nombre omitiremos, escuchó las disquisiciones aparentemente
incoherentes del muy congruente y racional Kauffmann como quien mira un
diamante en bruto a punto de ser pulido, una bomba a punto de ser explotada.
Desde ese momento se hicieron inseparables, no por el cariño mutuo que nunca
sintieron, sino por los intereses creados al hilo de sus conversaciones. El General
le hizo firmar un contrato de confidencialidad acerca de todos sus
descubrimientos e inventos en el ámbito científico-castrense, y Kauffman a
cambio, recibiría la ayuda económica necesaria para su desarrollo.
Los proyectos del científico siempre estuvieron encaminados no en el
desarrollo del arma perfecta o del misil de mayor alcance. Muy al contrario,
sus cálculos se basaban en la forma de obtener ese escudo perfecto para el
“rechazo” de tales armamentos. Era un idealista, a pesar de su mente práctica.
Una paradoja que a veces le hacía rozar la locura, sobre todo cada vez que
aceptaba la asistencia interesada y el dinero chorreante de miseria del General.
A finales del cuarenta y cuatro a punto estuvo de obtener resultados
gloriosos, que seguramente hubieran decantado el final de la Segunda Guerra
Mundial hacia otro lado. Pero, aquella vez, la gigante burbuja magnética creada
en el flanco este, no fue suficiente ante los continuos embates de los
ejércitos rusos. Demasiado grande. Demasiado frágil.
Siguió experimentando a nivel más elemental. Cuando el General fue
ejecutado junto con otros casi al finalizar la guerra, la bombilla interna de
Kauffmann pareció encenderse. Le costó convencer a sus conciudadanos, pero al
final de cuentas era un personaje, que a pesar sus extravagancias y rarezas,
era bien considerado. A veces cuando no entendemos algo, lo damos por
brillante. En este caso, los vecinos intuían que Kauffmann era un ser superior
en muchos aspectos; siempre había sido así.
El pueblo fue atacado por aire y por tierra unos meses antes de que el
presidente Truman decidiera finiquitar la guerra en el Pacífico soltando sus
bombas atómicas sobre Japón. Nada logró atravesar la burbuja invisible, tan
solo unas casas deshabitadas a las afueras fueron alcanzadas. Un pequeño
ejército de infantería, compuesto por americanos e ingleses, se adentró en el
pueblo sudando y con el horror en sus rostros ante la incomprensión de lo que
estaba sucediendo. En la plaza del pueblo se encontraron con un millar de
personas compuestas principalmente por niños, mujeres y ancianos. A la pregunta
de quién estaba al mando, Kauffmann, vestido con su bata blanca, dio un paso al
frente. A pesar de la incredulidad inicial, fue apresado y llevado ante altas
instancias. O eso se pensó.
El pueblo fue sitiado durante varios días, trajeron expertos de todo
tipo, ingenieros, científicos especializados en cualquier tema inimaginable;
nadie fue capaz de dar una explicación a lo sucedido. Pero, como se había
prometido el científico a sí mismo, el pueblo, con sus mil habitantes incluidos,
no sufrió daño alguno. Poco después, la guerra terminó. Al principio solo se
oía “¡Kauffmann!” “¡Kauffmann, ha sido Kauffmann!” La gente esperaba volver a
verle para expresarle su agradecimiento.
Pero nadie en el pueblo volvió a saber de él. No tenía familiares ni nadie que reclamase por
él. Los pocos que intentaron buscarle, se encontraron con un muro y la nada. A.
Kauffmann había muchos, pero ninguno que atendiera a esas características.
Existió y dejó de existir. De un plumazo. No había sido, no fue. Y sin embargo…
Hoy en día podemos visitar un pequeño pueblo situado al norte de
Alemania, atravesar la plaza y adentrarnos en un bosque compuesto por robles y
pinos. Si hacemos esto, después de andar unos quinientos metros encontraremos
una casa derruida de la cual solo se conservan dos tabiques y medio. En lo que
sería el salón de de la vivienda hay algo sepultado por tierra, helechos y
hierbajos. Si removemos un poco con la ayuda de una azada daremos con una
especie de lápida, un trozo de mármol en el que está inscrita una leyenda de
forma rudimentaria, el especial homenaje del pueblo a su vecino más ilustre:
HONORABLE KAUFFMANN
Gracias por todo.
Este relato es pura
ficción (salvo los hechos históricos que todos conocemos).
Acabar con la guerra no es negocio. Pobre KAUFFMANN, ¿cómo se le ocurrió? ;)
ResponderEliminarSaludos
Gracias por tu comentario literatonovato. ¡Un abrazo!
Eliminar¡Hola Ziortza!
ResponderEliminarDisculpa mi tardanza en seguir tu blog a esa velocidad de crucero con la que sueles compartir tus entradas, pero en esta nueva etapa me he propuesto abarcar lo que buenamente pueda, ya que prefiero no "quemar mis naves" antes de tiempo, como me ocurrió anteriormente...
Y hoy por fin ya puedo acercarme de nuevo para leerte y comentar con tranquilidad, porque tampoco me gusta la mecánica del compromiso y el comentario políticamente correcto, para eso prefiero no decir nada. Dicho esto, paso a darte mi humilde opinión acerca de esta publicación, que me ha resultado un buen ensayo de ucronía.
La reconstrucción histórica de estos hechos inspirados en esa época de la II Guerra Mundial y concretamente en la Alemania nazi y la figura ficticia de este científico, cuyo apellido Kauffmann, también se asocia a una reconocida pintora suiza-austriaca del s. XVIII, e incluso nos recuerda por su parecido a Theodor Newman Kaufman (llamado también, Theodore Nathan Kaufmann), hombre de negocios y escritor judío estadounidense conocido por sus puntos de vista eugenésicos sobre los alemanes. Como antes decía este curioso científico elabora todo un prodigioso invento antibélico, que por culpa de los intereses económicos del poder que genera dichos combates, acabó por ser relegado al más injusto olvido, algo que desgraciadamente también sucede en la vida real, sin que apenas nadie repare en su coraje y genialidad.
Valoro muchísimo que bajo este pretexto narrativo, saques a colación, querida Ziortza, la presencia real de seres humanos que trabajaron a favor del pueblo humilde para salvarlo o protegerlo del despotismo o tiranía del sistema, que sigue manejando los hilos de nuestra historia, detrás de las bambalinas de un decorado aparente y engañoso, donde cuatro "titiriteros" bailan al son que les marcan esos poderes en la sombra, manipulando al "rebaño", bajo sus consignas pactadas de antemano con la élite, pero que ladinamente consiguen alucinar a las masas y llevarlas directamente "al matadero". No me extraña nada, que también en tu ficción, este altruista científico desapareciera del mapa o mejor dicho,lo hicieran desaparecer, pues borrar la memoria equivale a no existir.
Un abrazo gigante y muchos besos.
¡Hola Estrella! Estoy encantada de que te pases por mi blog y que dejes tus estupendos comentarios. Por favor, en mi caso no tienes porque sentir compromiso y puedes pasar cuando quieras, para mí, que simplemente leas el relato, es ya mucho.
EliminarLo cierto es que cuando hice el relato no pensé en hacer una ucronía, pero al final me salió una historia ficticia dentro de la "historia" real, una forma de dar vida a personajes parecidos a Kauffmann que no la tuvieron, o pensar en algo que podría haber sino y no fue. Lo del apellido fue algo aleatorio, sonaba "alemán" simplemente.
Te comento que el relato salió solo (creo que ni lo he revisado), quiero decir que cuando lo escribía no pensaba en el final, pero sabía inconscientemente que el artilugio o invento de Kauffmann no iba a salir a la luz. Algo me impedía ese final feliz y es precisamente el hecho de que no me imaginaba a ningún "poder" aceptándolo.
Te vuelvo a expresar, Estrella, mi agradecimiento por acercarte a mi blog, siempre serás bienvenida.
Miles besos y abrazos.
Me gustó mucho esta reconstrucción de la historia sobre datos ficcionales. También que muestre cómo el negocio de la guerra es inamovible y tan sólido que todo invento que intente servir de protección para el pueblo sea descartado porque sería en desmedro de sus intereses.
ResponderEliminar¡Muy bueno, Ziortza!
Un gran besazo, linda.
Hola Mirella. Como le comenté a Estrella, nunca pensé en hacer algo así mientras escribía y finalmente me encontré con una ficción en un escenario real. Y pensé que era una buena idea para contar un relato "imposible".
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado, querida.
Un besote, guapísima.
Me ha encantado el relato, Ziortza, no solo por todo lo que con gran precisión y debidamente documentada comenta Estrella, sino porque me parece una preciosa manera de rendir un homenaje a aquellos científicos que se vieron involucrados en los intereses económicos y políticos que rodean a todo conflicto bélico. Einstein creo que está a la cabeza de todos ellos, pero también ha habido muchos otros que, como demuestras aunque sea a base de ficción, no son tan conocidos y han sido utilizados por uno u otro bando según de dónde soplara el viento... y a propósito de este tema también se podrían citar artistas o cualquier otro tipo de personaje destacable por algún motivo que se ha visto colocado en desagradable tesitura, la mayoría de las veces sin verificar hasta qué punto es culpable o no de los cargos que le imputa la historia contada que tenemos que creernos. En fin, estupenda entrada para avivar una interesante discusión. Enhorabuena y un abrazo, guapa.
ResponderEliminarMuchas gracias Eva. Eso mismo pensaba yo, que podía ser un buen homenaje a esa gente, a esos científicos que se vieron en una situación tremendamente injusta al tener que "trabajar" para inventar artilugios mortíferos. Algo que seguramente les hice sufrir lo indecible.
EliminarTe doy la razón también, con esos otras profesionales que también se vieron afectados por una situación que no les concernía y que seguramente ni aceptaban.
Te agradezco de nuevo, Eva, tu visita y tu maravilloso comentario.
Besazos, guapa.
En la historia han existido personajes que, a pesar de su mente brillante y su aportación a la sociedad, acabaron en el olvido o. por lo menos, no se les ha reconocido todo el mérito. A algunos se les ha apartado de la lista de insignes científicos porque sus ideas e invenciones acabaron resultando incómodas o anti-sistema. Ahí está, por ejemplo, el caso de Nikola Tesla, el inventor o descubridor de la teleodinámica eléctrica (transmisión inalámbrica de electricidad).
ResponderEliminarExcelente relato con muchos visos de realidad.
Un abrazo.
Hola Josep.
EliminarEfectivamente, fueron utilizados como títeres o marionetas para interés propio y después, cuando ya no les servían a sus intereses, olvidados sin escrúpulo. Los científicos siempre han sufrido desde tiempos inmemoriales, sus ideas contra lo establecido, aunque luego la historia les diera la razón. El ejemplo de Tesla (conozco algo de su vida) viene muy al caso, desde luego.
Muchas gracias por tu comentario, Josep. Me alegra que te haya gustado el relato.
Un fuerte abrazo.
Hola Ziortza, siempre he leído sobre el "ejercito" de mentes brillantes reclutados por los nazis, para crear armas nuevas o adelantarse a los americanos en la consecución del arma nuclear, si así hubiera sido probablemente el destino de la humanidad hubiera cambiado de una manera radical a como nos encontramos ahora. Me llama la atención también la reflexión que va implícita en tu texto, sobre el negocio armamentístico, y por lo tanto, nada es de extrañar el final de los días del honorable señor Kauffmann. Muy buen y ambientado relato. Un gran abrazo.
ResponderEliminarHola Miguel, yo también tenía esa historia en la cabeza cuando escribí el relato, por eso creo que me salió así, aunque en otro sentido, más idealista, más antibélico. Creo que en el negocio de los armamentos hay muchísimos intereses que solo a veces alguien por ahí saca a colación, ya que no es "popular" y no interesa. Pero ahí está.
EliminarGracias por tu amable comentario, Miguel.
Un beso muy grande.
Me ha gustado mucho la expresión que has utilizado: a veces cuando no entendemos algo, lo damos por brillante. Es directa y explica mucho.
ResponderEliminarHas construido un relato muy bien ambientado y te ha quedado un bonito homenaje. Al final el trabajo es el trabajo, y alguien tiene que pagarte, y como ha dicho Eva, Einstein está a la cabeza de los científicos involucrados en este tema.
Me ha gustado mucho tu entrada, y el enfoque que le has dado. Un besote guapísima :))
Muchas gracias por tus palabra María. A mí incluso me ha pasado que oigo a alguien expresarse muy bien y, aunque no le entienda del todo, digo: qué inteligente es este tío, jeje. De ahí la frase.
EliminarMe alegra que al final el relato quede como un homenaje a todos esos profesionales involucrados en nefastas y asquerosas guerras.
Me alegro de que te haya gustado.
Un besazo, guapa.
Un relato maravilloso, tan intenso y que transmite tanto, tus palabras viajan con el poder que tu corazón y nobles sentimientos le imprimen siempre, es por eso que cada relato que creas es arte en su mas noble expresión.
ResponderEliminarSaludos amiga Ziortza espero te encuentres muy bien te dejo un abrazo fuerte y mi mas sincera amistad.
Muchas gracias por tu cariñoso comentario Jorge. Siempre tienes palabras estupendas para mis escritos y, aunque no sé si se lo merecen tanto, te lo agradezco profundamente.
EliminarUn grandísimo abrazo, amigo Jorge.
Una gran historia. Me ha encantado, a pesar de todo lo que conlleva este tema.
ResponderEliminarMe has enganchado y me has metido en la historia.
Un besillo.
Muchas gracias María. Me alegra haberte enganchado, es algo que no siempre es posible, jeje.
EliminarUn besazo.
El mundo está lleno de gente que intenta hacer de él un sitio mejor. Por desgracia, ninguna de esas personas tiene poder suficiente para hacerlo.
ResponderEliminarHola David. Creo que hay está el quid de la cuestión. La gente que es capaz de hacer grandes cosas no es la que está en el poder, ¿por qué será? ¿Será que no interesa o es que las personas cambian cuando están arriba?
EliminarUn fuerte abrazo.
Hola Ziortza,
ResponderEliminarCon este relato te has superado. Siempre pasará lo mismo, personas que merecen reconocimiento se les olvida con facilidad nombrando a otros por causas menos nobles. Aunque nada que tenga que ver con la guerra pueda ser loable.
Por lo menos hubo alguien que veló por ese pueblo, que ya es mucho y el relato termina bien para todo lo malo que pudo haber sucedido.
Has logrado mezclar historia con ficción maravillosamente bien.
Un besazo y feliz fin de semana.
Muchas gracias por tus amables palabras, Irene. A Kauffmann, como dices, le puede quedar el consuelo de haber hecho algo bueno en su vida, aunque no se le reconozca.
EliminarMe alegra que te haya gustado el relato.
Mil besos.
¡Hola, Ziortza!
ResponderEliminarHas sabido muy bien adentrarme en la Alemania nazi con tu relato ficticio que a mi modo de ver está lleno de reflexiones a considerar. Contando que ha sido mucha gente ilustra que ha pasado a ser mucho a dejar de existir, creo que por el momento va a seguir igual, creo que el miedo es el motor principal para que los vecinos, en este caso, olvidaran tan pronto al que tenían como "un ser superior"
También destaco de tu texto una frase que me ha gustado en especial por considerarla verdad en muchos ámbitos de la vida. "A veces cuando no entendemos algo lo damos por sobresaliente" Pienso que eso lo conlleva la "ignorancia".
Muy buen relato, amiga, con muchos ingredientes para pensar.
Fuerte abrazo.
Hola Mila. Los vecinos aunque sabían lo bueno que Kauffmann había hecho por ellos, llegan a un límite que no traspasan porque va a ser perjudicial para ellos y no les lleva a ninguna parte.
EliminarEsa frase que destacas, creo que se suele dar mucho, sobre todo hay personas que saben manipular y jugar bien con las palabras para que creamos de ellos algo fantástico. Afortunadamente no es el caso de Kauffmann, que realmente era un hombre extraordinario.
Muchísimas gracias por tu comentario, querida Mila.
Un besazo amiga.
Ziortza aunque sea una historia ficticia, lo es solo a medias y mas que nada porque existieron muchas cosas que quedaron guardadas como secretos de guerra y armas secretas.
ResponderEliminarTu relato podría ser tan cierto como el que mas, y la mayor y mas poderosa arma o escudo es la mente humana, tiene el poder de hacer realidad lo imposible, con solo apretar un botón llamado "Fe", si crees que es posible, lo sera.
Un interesante relato.
¡Hola Harolina! Si supiéramos todos los secretos que se esconden detrás de cada guerra, de cada injusticia... Yo creo que no seriamos ni capaces casi de aceptarlo.
EliminarSi algo bueno tiene escribir, desde luego, es que convierte cosas imposibles en posibles, todo puede ser.
Un abrazo muy fuerte, Harolina.
Hola qué bueno, por un momento pensaba que estabas contando un historia real. Tantos secretos, tanta conspiración entre científicos y militares la ha habido y la sigue habiendo. Ese final, ay cambiar el mundo.. Tu narrativa atrapa, bueno, eso ya lo sabes. Un beso
ResponderEliminar¡Hola Eme! Lo cierto es que, aunque es una historia la de la burbuja un poco rocambolesca, al leerlo puede parecer cierto, por eso quise poner la nota aclaratoria. Además, cómo le decía a Harolina, todo puede ser posible en un relato, jeje.
EliminarMuchas gracias por tus cariñosas palabras, Eme.
Un besazo.
Brillante!, como siempre. Me sorprende como puedes cambiar de registro con tanta facilidad Ziortzay en este relato me ha gustado de modo especial ese enfoque diferente hacia ese investigador que inmerso en una guerra total dirige sus investigaciones no hacia armas desructivas.
ResponderEliminar¡Hola Norte! A mí también me sorprende, jeje. Menos mal que no me tomo muy en serio esto de escribir (es decir, si los temas o el contenido, pero no a mí misma como literata), si no me lo pensaría dos veces.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, un abrazo muy fuerte.
Un relato de lo más original! Menos mal que al final pusiste una nota aclaratoria de que solo es ficción, porque estaba empezando a dudar jaja.
ResponderEliminarNo me extraña el profundo agradecimiento que sentían los habitantes del pueblo, pues Kauffmann fue sin duda un salvador que, con ayuda de su ingenio, los protegió del horror de la guerra.
Ojalá esta historia fuese real, Ziortza. Cuántas vidas se hubiesen salvado y cuantas se salvarían, si alguien diese con la fórmula para crear una burbuja que nos defendiese de la maldad humana.
Un besazo!
¡Hola Sofía! Realmente puse esa nota porque me di cuenta de que hablaba de Kauffmann con tanta familiaridad que podía ser confuso, aunque realmente su "invento" está a años luz de conseguirse me da a mí y las palabras "científicas" que utilizo seguro que no tienen ningún sentido, jeje.
EliminarPero, como dices, ojalá todo fuera real y no solamente un deseo de muchos.
Un besazo Sofía.
Muy buen relato Ziortza, me has hecho pensar en que la tecnología no es buena ni mala por sí misma sino por los usos o malos usos que les damos los humanos. Como siempre aquellos que intentan hacer el bien acostumbran a ser más desconocidos y estoy con Sofía que ojalá hubiese una burbuja que nos protegiera de la maldad.
ResponderEliminarBien por las letras que todo lo pueden cambiar, eso es lo que más me gusta.
Beos
Desde luego Conxita. Muchos dirigentes y próceres de nuestras vidas se llenan la boca con palabras de paz y en contra de la guerra y luego en las sombras hacen sus negocietes por si aca...
EliminarCon las letras podemos salvar vidas por lo menos, aunque sea solo en nuestra imaginación.
Besotes Conxita.
Hola Ziortza, qué bonito relato has escrito!!, me parece una forma magnífica de mezclar hechos históricos con ficción (además tú lo haces de maravilla) para relatarnos una historia personal dentro de una gran Historia.
ResponderEliminarSon esos personajes anónimos muchas veces los que se esfuerzan porque la ciencia no se encamine solo hacia una dirección, a mí me parecen pequeños héroes, con pequeños (en este caso grandes) gestos.
Enhorabuena Ziortza por tu imaginación y por tu bonita prosa.
Un abrazo muy grande amiga
¡Hola Xus! Muchas gracias por tu cariñoso comentario. Mi idea era la de contar la historia de un hombre que podría haber hecho historia dentro de la Historia (vaya trabalenguas), pero que por diferentes intereses su vida quedaba sepultada en la más absoluta oscuridad.
EliminarMe alegro mucho que te haya gustado. Eres siempre bienvenida a este blog, querida Xus.
Un besazo, amiga.
Has escrito de tal forma tu relato, querida Ziortza, que hasta no leer la nota al pie del mismo, pensaba que hablabas de un hecho histórico verídico. Así de convincente has resultado en este interesante y original relato. ¡Me ha encantado! Ojalá que existiera algo parecido a la burbuja inventada por tu Sr. Fauffmann. La guerra dejaría de tener sentido alguno :)¡Enhorabuena, te quedó genial!
ResponderEliminarBesitos de lunes, guapa.
¡Hola Julia! Puse esa nota precisamente porque, a pesar de que la historia es un poco "increíble", podía parecer verídica por la manera en que la había relatado. Desde luego con una burbuja como la de Kauffmann nos ahorraríamos muchas tragedias. Eso debería interesar a todo el mundo, supongo.
EliminarMuchas gracias por tus cariñosas palabras, Julia.
Un besazo, amiga.
prueba
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