DIARIO DE ELENA
Todo comenzó cuando un día en clase de literatura estaba leyendo un
poema de Juan Ramón Jiménez en voz alta; aunque creo que lo que me ocurrió
habría pasado con cualquier otro poeta. De repente sentí un ahogo y un mareo.
—No puedo seguir —le dije a la profesora que miraba ensimismada y distraída por la
ventana. —No me encuentro bien.
—Ah, bueno, pues que siga Raquel. —Y juro que me puso cara de cierto
asco. Creo que no soportó que la sacara de sus ensoñaciones.
Otro día en un examen de matemáticas me quedé en blanco. Pero no porque
no supiera las respuestas, no fue eso,
simplemente la mente se me quedó como sin pensamientos, ni buenos ni malos. Era
una especie de planta sentada en la silla, consciente de mí, pero sin
percatarme de nada más. Me quedé en este estado catatónico mirando al suelo
durante treinta minutos. Solo yo parecí darme cuenta, pasé inadvertida entre
tanto cerebro concentrado. No aprobé ese examen ni los siguientes, por
supuesto. Mis padres aludieron a los chicos que todo lo descolocan.
.—Ya te darás cuenta de las tonterías que se hacen a tu edad, pero
cuando lo hagas será demasiado tarde. —Me animaban.
Dejé de salir con unas amigas que tenía. Fue muy fácil, solo tuve que
desactivar las notificaciones del Whatsapp y desaparecieron como la espuma. No
tuve ninguna llamada aludiendo a esta circunstancia, tampoco la esperaba. Solo
Sara tuvo algo parecido a una preocupación cuando me vio por los pasillos del instituto.
—¿Se te ha roto el móvil?
—Sí, creo que sí.
—Ya, cuando tengas el nuevo nos lo comentas, chao.
Dejé de comer tres veces al día, con una me bastaba. No es que me
considerara una chica gorda y quisiera bajar de peso, simplemente no necesitaba
más, no tenía apetito.
Pasaba mucho tiempo frente al televisor, no me interesara lo que
dijeran, eran las imágenes las que me entretenían. Hablaba poco, lo suficiente
para responder a mis padres y luego me iba a la cama.
Pero solo dormía unas tres horas. Después me desvelaba y me sentaba en
la cama. Me quedaba quieta mirando a la ventana. Y un día las lágrimas me
empezaron a brotar de forma compulsiva noche tras noche y de tanto escurrirse
por las mejillas me hicieron un surco violáceo.
Ahora tengo a mis padres preocupados.
Estas han sido las últimas palabras que he escrito en este diario.
* * *
—¿Desde cuándo escribe un diario?
—No lo sabemos, lo encontramos hace unos
días, y como ve, no hay fechas que lo indiquen.
El médico se revolvió inquieto en la silla.
— Verán, el desarrollo de una personalidad compleja o depresiva en
adolescentes hacía tiempo que no se daba. Creíamos haberlo erradicado. Esto no
debería de haber pasado.
—Últimamente ya no habla, se sienta a ver la televisión o se tumba en la
cama. Parece como si pensara…
—¿Vida social?
—Nula.
—¿Estudios?
—Todo suspendido.
—Vamos a ver, cómo se lo explico…, la vacuna que se desarrolló va
directa al cerebro. Es como aquellos antiguos antidepresivos pero a lo bestia…
bueno no sé si es la palabra correcta… pero sin ningún efecto secundario, de
ahí su valía. Regulan de tal forma la serotonina y las endorfinas que se llega
a la satisfacción plena. Pero para eso hay que reducir la actividad neuronal;
todo eso se pensó concienzudamente. Así como el hecho de que habría que
aplicarla en adolescentes que es cuando se producen mayores alteraciones en el
comportamiento. En resumen: su hija debería ser feliz.
—¡Pero no lo es! —El hombre pegó un puñetazo en la mesa— Disculpe… mi
mujer y yo estamos un poco nerviosos. No habíamos visto nada similar. Bueno,
miento, sí en adultos, pero en adolescentes, casi niños…, es inhumano. Hemos
preguntado a amigos y no saben que respondernos, nos sentimos muy solos con
todo esto.
El hombre agachó la cabeza; su mujer miraba a algún punto incierto por
encima del médico. Este entrelazó los
dedos y se dispuso a decir algo trascendental:
—Su hija parece estar desarrollando una reacción a un mundo que no
comprende. Es como si estuviera, como decirlo, desorientada. Esto solo puede
deberse a que su cuerpo se ha hecho resistente a la vacuna.
—No acaba de entendernos, doctor. No queremos más explicaciones,
queremos una solución. Estamos dispuestos a pagar lo que sea.
El médico asintió pensativo y se levantó. Se dirigió a la ventana y
observó. Era la hora de salida del instituto de enfrente. De repente el eco de
un estruendo en forma de carcajadas inundó la estancia.
—Hay algo… —comentó— es un medicamento nuevo, pero está en fase
experimental, aún no se ha comercializado.
—¿Qué quiere decir?
—Lo que le he dicho. Que todavía no estamos seguros ni de su eficacia al
cien por cien, ni tampoco de sus contraindicaciones. Pero si se confirman los
resultados obtenidos de la experimentación en laboratorio, todo indica que
estamos ante un gran descubrimiento.
—¿Qué descubrimiento?
—La absoluta y cuando digo absoluta digo total, ausencia de dolor
emocional. En definitiva la eliminación de la tristeza en las generaciones
venideras.
—Pero eso es grandioso, doctor…
* * *
DIARIO DE ELENA
No es que tenga necesidad de seguir escribiendo en el diario, pero los
médicos me lo han pedido para que puedan hacerse una idea de mis sensaciones y
sentimientos desde que inicié el nuevo tratamiento.
¿Qué puedo decir? ¿Se puede pedir más a la vida?
He vuelto a “conectarme” con mis amigas del Whatsapp, tenía casi mil
mensajes sin abrir. ¡Cómo me he reído! Son muy cotillas… pero me encantan, ha
sido entretenidísimo hablar del nuevo color de pollo del pelo de Paula, o de la
ridícula falda demodé que se ha comprado Erika. Les he comentado que ¡por favor!, no me hagan
hacer tales locuras, que me avisen antes, que no quiero ser el hazmerreír…
Ha pasado ya una semana del inicio del tratamiento.
Ayer fue un día terrible para mi familia. Se murió nuestro gato Ricky,
tenía ya quince años. Intenté abstraerme del tema poniéndome los auriculares
para escuchar música en el móvil, mientras ellos hacían una especie de funeral
en su honor en el jardín. No pude evitar emitir una carcajada. Me miraron con
cara de no entender.
—A ver, todos vamos a morir, el gato, vosotros…, será mejor que lo
asumamos cuanto antes.
—Pero, tú querías mucho a Ricky… —Mi madre incrédula me contemplaba con
los ojos como huevos.
—Por supuesto ¿y? ¿Queréis que me ponga a llorar por las esquinas?
En mi casa me observan como si fuera una marciana sin sentimientos.
Pero, ¿qué quieren? Si nunca he sido más feliz… No les entiendo, estoy
remontando la nota media que tenía en el curso. Me gusta ir al instituto y
participo de todas las tareas escolares. Tengo muchas amigas y creo que le
gusto a Dani, que antes no me hacía ni puñetero caso…
Han pasado ya tres semanas del inicio del tratamiento.
Hoy me he levantado a las nueve. He ido a estudiar. He salido a las tres
y he comido en casa a las tres y media. He hablado con mis padres de algo
intrascendente. Por la tarde he estudiado tres horas y he hablado con mis
amigas por el móvil y he cacharreado con el ordenador. He cenado y me he ido a
dormir.
Ha pasado un mes y medio del inicio del tratamiento.
Hoy me he levantado a las nueve. He ido a estudiar. He salido a las tres
y he comido en casa a las tres y media. He hablado con mis padres de algo
intrascendente. Por la tarde he estudiado tres horas y he hablado con mis
amigas por el móvil y he cacharreado con el ordenador. He cenado y me he ido a
dormir.
Hoy me he levantado a las nueve. He ido a estudiar. He salido a las tres
y he comido en casa a las tres…