domingo, 13 de noviembre de 2016

MICRORRELATO: ÁFRICA


EL AGUA QUE SIENTE

Cuando Livingstone, misionero y explorador, se encontró con la belleza y enormidad de aquellas cortinas de agua que caían del río Zambeze, tuvo la idea de bautizarlas como Cataratas Victoria, en honor a su querida reina inglesa. Sin embargo, Tadika, alrededor de ciento cincuenta años después, empapado en el borde del acantilado por el vapor de agua, sabía que aquel espectáculo llevaba allí millones de años. Es más, la gente local que siempre había vivido en ese lugar, ya tenía un nombre más apropiado para ellas: el humo que truena.



Mientras guiaba a los turistas con sus caras asombradas, sus barrigas rechonchas, sus prendas caqui, y su piel color leche, recordaba una leyenda que provenía de sus ancestros: Una pareja de enamorados separados por el corte que un dios había querido poner allí. En contra de sus padres, Cherima quiso atravesar la catarata, y el agua se la tragó. Su amado, Tankanda, pidió al cielo que el agua dejara de tronar por un momento. Quería ir en busca de Cherima. Sus antepasados comentan que durante una hora, la catarata cesó en su ruido, y el río se secó por completo. Se dice, que unas horas después, cuando el agua volvió a brotar, dos pequeñas figuras aparecieron en el otro lado, y tal era su alegría, que la catarata les eternizó para no sentirse sola. Algunos dicen haberles visto andar sobre las aguas, y escuchar de fondo una sonora carcajada.


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